Buscando

Tierra de Campos, abril 2011

Sé responsable,
da ejemplo,
sé valiente,
sé de fiar,
sé un hombre de palabra,
sé un hombre cabal.
Valores cardinales
imbuidos por los mejores padres,
marco de referencia vital
creciendo desde niño,
valores cardinales
que hicieron huir despavorido
a tu niño interior.
Aterrado, discreto, sigiloso
tu niño interior dejó atrás su alma dulce
para ocultarse en la más profunda
de las simas de tu mente,
en el más recóndito
rincón de tu alma.
Inexorable
llegó la hora certera de ser adulto
y con ella la nostalgia atroz
por el niño que hay en ti,
por el niño que eres tú.
Y sonó inequívoco
el pistoletazo de salida
para la búsqueda.
Buscaste y lo encontraste:
escondido, solo,
abandonado
tras tanto tiempo ignorado.
Enfadado, gimoteando,
haciendo pucheros,
lanzándote impasible
andanada tras andanada
de rabietas enquistadas,
rehusando volver contigo.
Hipando ambos,
con el corazón encogido,
el adulto responsable, ejemplar, valiente,
de fiar, de palabra y cabal que eres
logra por fin acunar en sus brazos
al niño que encontraste en ti
y, dulcemente, musitas un voto eterno
que restaura la paz
tanto tiempo añorada:
Siempre te querré,
siempre te cuidaré,
siempre te dejaré ser tú mismo
porque –aunque sobran las razones–,
porque traes luz a mi vida,
porque, a cada revuelta del camino,
me haces ver un mundo nuevo,
porque lo mereces
solo por ser como eres.

Simplemente, porque sin ti
no habría un yo.

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