Declaración de intenciones


Querido lector, querida lectora:
Desde estas líneas, más de medio siglo te contempla.
Algo así cuentan que dijo Napoleón a su ejército al contemplar las pirámides, claro que él hablaba de miles de años. En cualquier caso, dejaré tranquilo a este corso, que fue genial en lo suyo, para intentar cumplir la misión de este texto: Dar una idea de quién ha dejado salir de su imaginación los contenidos de esta página.
Una gran parte de mi vida adulta la he dedicado a estudiar cómo funciona el lenguaje, cómo se transmite significado, cómo navegar entre las orillas de idiomas y culturas diferentes. Y, así, casi sin darme cuenta, me veo en la mitad de mi vida.
Y en la mitad de la vida, de esta vida sin frutas amarillas colgadas de las ramas (gracias por la (no)imagen, Hölderlin), apenas consciente, me he dado permiso para jugar. Para jugar a crear. Para jugar con ese objeto de búsqueda incansable: las palabras.
Ya no toca desentrañar significados, crear modelos semánticos, buscar la objetividad. Es el momento del juego. Es el momento de crear significado, no de seguir estudiándolo. Es el momento de expresar; es momento de desordenar lo establecido.
Es el momento de ser y expresar, de sentir y crear, de pensar y actuar.
Aquí podrás ver el resultado de este sentimiento. Hay espacios reflexivos, hay espacios para la objetividad, para la realidad vivida y asumida; para la consciencia percibida y compartida. También para la ficción. Siempre, por supuesto, para la opinión.
Bienvenidos a la cosecha de mis mundos internos, feliz viaje por el bosque que van conformando mis textos.






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