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Mostrando entradas de julio, 2016

La Voz (I)

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Hoy me llena la mente una voz. Una voz armoniosa, cristalina. Una voz que cala hasta lo más profundo, que mueve, remueve, conmueve, que hiela y enardece, que cataliza para la acción y ralentiza para la introspección. Una voz que suena, resuena y evoca, que modula los silencios para llevar su mensaje a la meta. La voz con la fuerza inconmensurable del Origen atávica, imparable, inefable, pone en marcha los motores internos del avance inexorable. La voz, también serena, sobria, atemperada por la experiencia y el devenir del camino recorrido; con la sabiduría y la clarividencia que apaciguan y equilibran, detiene la mente para observar, reflexionar, meditar… detiene el tiempo con su armonía para reordenar fuerzas, reorganizar recursos, recuperar energías y AVANZAR.

Virus

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El Alma se equivocó cuando instaló el sistema operativo. No tuvo cuidado, parece, se despistó y, por arte de magias añejas, dejó encriptado un potente virus que se materializa en mi día a día. A veces como ransomware , obligándome a pagar para conseguir mis metas. A veces como malware cambiando todo lo que empiezo para que sea consecuente con otras voluntades. Otras veces, robando información con idea de enviarla a otros. En el fondo, si lo pienso, ese virus malea mi destino, como el metal dúctil que integra mis alas. Claro que, reflexionando, ese virus no es más que una subrutina que reconduce y protege mis pasos por la vida. Que me ilumina en momentos decisivos, que amortigua mis caídas, que conforta mi amor propio herido. Sí, creo que el código de este virus lleva la etiqueta "Ángel de la Guarda", dulce y permanente  compañía benefactora y pacífica.

Tambores

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Nebulosa. Sentimientos confluyen, danzan vertiginosos, infinitos. Danza primal. Caos primigenio. Turbulencia       que agita el alma. Quietud. Adaptación al desorden. El árbol       reafirma su presencia,       abre sus ramas al mundo;       hojas brillan en la Luz;       copa frondosa       tupida por hojas marchitas. Percusión. Por un instante sublime el sonido de los tambores despeja la hojarasca del Alma. Retoñan brotes nuevos para acompasar el latido del árbol de raíz a copa por todas sus ramas El sonido de los tambores trae al árbol renovado el abrazo del nuevo día.

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Cincuenta y dos. Año nuevo, Cuatro veces trece. Nuevo rumbo, Mismo barco Saneado, limpio. Con la energía Del nuevo comienzo, La memoria de lo vivido, La fuerza de lo aprehendido. Con el impulso De mis compañeros de viaje, De mis maestros. Con la luz De mi guía, Del destino que aguarda, De la vida que acecha Y que recibo Con mi corazón Abierto al mundo, Dispuesto a dar Todo lo bueno Y a aceptar Lo que traiga el destino