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Mostrando entradas de noviembre, 2016

El don

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Cabo San Vicente, Algarve (Portugal) Soy consciente de haber recibido un gran regalo: En algún momento se me otorgó el don de saber jugar con las palabras. Sé que entre las muchas revueltas que habré de dar de paso por el planeta, siempre habrá un lugar para pintar con palabras, para hablar con colores, para permitir que brote la imagen hecha con los mimbres del corazón, para que manen los sentimientos ligados, imagen y sentimiento, con la trabazón nacida del alma. Sé de mi consciencia, vivo consciente de mi don, Sé que ya jamás seré capaz de detener mi camino, de encorsetar la creatividad. Ya no guardaré para mí el regalo, el don de la palabra.

La liza

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Otoño en el Rhin. Bonn (Alemania) Llega la Luz, despierta la Sombra. Atónito, el paladín ve ambas crecer, adoptar formas cambiantes, misteriosas, imprevisibles, aterradoras por su magnetismo, fatalmente atractivas por su insólita belleza. Comienza la liza. Luz y sombras en lucha agónica, paladín en combate galante con la paz del Alma como premio. Y el pobre caballero, testigo, títere y protagonista, lucha encarnizadamente por estar del lado de la luz a pesar de lo muelle de la sombra. Por seguir la llamada sublime sin dejar atrás el confort del instinto. La máscara… La máscara viste de fiesta la lucha fratricida entre luz y sombras. Tan pronto nace la Luz, aparece la Sombra. Solo al marcharse la Luz se aletarga la Sombra. Sin Sombra no hay Luz; sin Luz no hay Sombra. Y tú, paladín en este torneo eterno, en este torbellino sin fin, te escondes – sonriente – tras tu máscara cuando al fin te percatas de lo inane del combate.

De repente, Luz

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Atardecer de otoño a orillas del Rhin. Bonn, Alemania De repente, luz. La penumbra cotidiana se abre, traza un círculo en torno al vórtice que, súbitamente, se expande. Punto de luz intenso, cálido, inmenso imán que, inexorable, atrae a caminantes y peregrinos. Miríadas de puntos luminosos, dispersos hasta entonces en el caos, encuentran un destino común: las luces van a la Luz y comienzan así el camino final de vuelta al origen. Así sigue el vórtice su expansión y, generoso, devuelve al éter los corpúsculos luminosos que acogió. Alzan de nuevo el vuelo y retoman el camino iniciático de vuelta a la incertidumbre de su destino: llevar luz para reconocer las tinieblas, iluminar para aceptar lo diferente. Luz, conocimiento, amor para lograr armonía, serenidad y paz, para seguir dejando un rastro de bondad donde germine y florezca todo el potencial de la humanidad.