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Mostrando entradas de julio, 2020

Huellas

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Parque Nacional "Sequoia & King Canyon", California (USA), enero 2018 Huellas solitarias en el camino, huellas juntas en los bosques; huellas que se borran entre ellas, huellas que, aun en el suelo, se ayudan y avanzan. Huellas de caminos rectos, infinitos, huellas de amores reñidos, sentidos; huellas de crecer juntos de la mano, huellas de diferencias hermosas, intensas. Huellas de amor convertido en dolor, huellas que despiertan en una luz, una canción, huellas que te hacen recordar mientras caminas; huellas que simplemente te recuerdan que estás vivo y aprendiendo.

Animal

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Barranc del Puig, Puçol (València), julio 2020 Hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida. Anatole France (1844-1924) No sé si alguna vez esta vida amé a un animal sin más, desde el fondo de mi alma aparentemente dormida. Sé que amé –y amo– como un animal que no pone filtros a lo que siente, que no valora, que nunca juzga si el amor que da y el que recibe están en equilibrio. No sé si amé a un animal, sé que como animal amé y fui feliz cuando me amaron y sufrí cuando no. Y crecí y amé y sigo amando por el egoísmo de saber que amar como un animal me hace de verdad humano.

Cielo y averno

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Mar del Norte, Noruega, agosto 2015 Tiempo atrás necesité gente para cielar mis días nublados; gente que a veces, en lugar de cielo, me acompañó al avernar mis días. Aprendí a vivir respirando cielo, a sobrevivir respirando averno; aprendí a acercar a quienes me cielaban, aprendí a alejar a quienes me avernaron . Cosas de la experiencia, ahora prefiero ser yo quien ciele mi vida para que otros no puedan ni intentar avernarme. Cielo y averno, luz y sombra siempre de la mano; mi averno y mi cielo siempre de la mano de mi alma. Extraña esta proclama de equilibrar cielo y averno, averno y cielo avernando a quien dice cielarme y cielando a quien me averna … sabiendo que averno y cielo son dos caras de mi propia moneda.

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La Plana, Santa Maria d'Oló (Barcelona), septiembre 2017 Echar la vista atrás con el cambio de año: hacer así inventario de debe y de haber, de logros y de retos, del camino hecho y de todo el que queda aún por recorrer. Desterrar, sin pena, remordimientos, asumir y aceptar cicatrices, heridas: volver a sanar, a sentirme completo, a retomar caminos, a cumplir sueños. Nuevos colores en el aire estival, colores de un arcoíris de madurez que atesora lo que fui, lo que soy y acoge generoso todo lo que seré. Nueva edad, nueva órbita en torno al Sol: cosecha diaria de sueños cumplidos, mientras disfruto sin titubeos todo lo que la vida me regala.