Exploradores


Enfrentados uno al otro
comienza el baile iniciático.
Los ojos se dirigen al otro,
escanean el objetivo con precisión
mientras se va encendiendo
el fuego que los llevó al espacio.
La mirada fluye hacia las manos,
manos que zarpan en una singladura especial
hacia un territorio que rememora el origen,
pero que atrae con magnetismo sensual.
Las manos exploran con suavidad
el paisaje recorrido por los ojos.
Primero titubean en su inquisición:
frente, ojos, nariz, orejas, boca.
Buscan desterrar la idea de entrar en un sueño,
quieren ser como aquel Tomás
que no se fiaba de sus ojos
cuando volvió a ver a su mesías.
Ya las manos pierden su temblor:
Las sondas trémulas dejan paso al gesto posesivo:
tierra ignota, puerto de destino,
voy hacia ti.
Y con el aleteo de las manos
que se entrelazan, se buscan,
se encuentran, se separan,
se atraen, orbitan, colisionan,
despegan del nuevo territorio
para aterrizar en un espacio nuevo.
La danza de las manos
desciende por el nuevo planeta.
El rostro ha sido fijado,
las manos inquisitivas siguen su camino:
hombros, pecho, abdomen terso
con su gran recuerdo umbilical,
llegan al sexo y lo recorren esas manos inquisidoras
con la delicadeza más extrema.
Muslos, piernas, pies,
volvemos hacia el inicio.
Las manos se desvían de su misión:
Ya no exploran,
ahora conquistan el cuerpo del otro.
Mueven su energía hasta que ya no queda
más que la deflagración
de todos los instintos atávicos
que dan sentido a la atracción.
La deflagración los une,
baile veloz y delicado,
danza primal
de miembros en armonía.
Penetración, fusión,
ÉXTASIS,
sensación de haber llegado
a la meta sublime.
Y los miembros, las sondas exploratorias,
vuelven a sus cuarteles
del invierno de la soledad,
aunque ya no están solos.
En su repliegue final,
una vez asegurado el territorio
que nunca más será ignoto,
hay una luz nueva, un tremolar,
un latir diferente.
Saben los dos cuerpos
que no pueden seguir ya
más caminos por separado.

Y, como el valle y el río,
cada uno seguirá su camino
sin perder de vista
al explorador que,
en una danza maravillosa,
despertó un cuerpo
a una vida plena.

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