Llueve

Tierra de Campos (Valladolid), abril de 2011

El agua purifica el aire,
limpia la faz de la tierra
dejando un rastro
de frescura aromática
evocadora de candidez y principio
inmaculados,
níveos, perfectos.
El gris plomizo del cielo,
compañero inseparable de la lluvia,
sugiere tiempos de despedida,
momentos en los que el alma
sabia, eterna
decide limpiar lastres antiguos,
huellas que duelen,
aprendizajes permanentes
de pisadas antiguas.
La lluvia catártica
insinúa ausencias.
Con el agua vital
fluyen recuerdos,
tesoros de otro tiempo
sin cabida hoy.

La lluvia depura y acrisola
el espacio
y convierte el ayer que fue
en joyas que son,
en gemas vitales
con anhelo de estrellas.

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