Plegaria

Iglesia de San Nicolás, Valencia, agosto de 2016
Vivir no es luchar,
es seguir un camino
jalonado de retos
en el que, a veces,
perdemos el norte,
a veces persiguiendo una meta,
a veces vencidos por la desazón,
pero siempre, siempre esperanzados,
siempre en las manos el corazón,
herramienta poderosa,
y envueltos en el alma,
el más delicado manto protector.
Y así avanzo, día tras día,
en apariencia solo,
pero nunca en soledad,
y cuando acecha la desazón,
cuando los sinsabores amenazan
con velar los sentidos,
con atorar el flujo vital
rezo.
Rezo como el niño que fui
a un dios todopoderoso en las alturas
para que me conceda lo que anhelo.
Rezo como el niño que hay en mí
a un dios en las alturas
al que no consigo entender
para que me conceda la cálida sensación
de que el mundo no está contra mí.
Rezo como el hombre que soy
a un dios que supongo en algún lugar
para que me proteja de todo y todos.

Aunque ahora rezo también
como el alma que sé que soy
a un dios que habita en mí
para que me ayude a aceptar
lo que me depare el camino
sin preguntas,
sin dudas,
con solo una dulce sonrisa.

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