Testigo

Mas La Plana, Santa Maria d'Oló (Barcelona), julio de 2017

Como si fuera un testigo etéreo,
desde un mirador privilegiado
contemplo la profunda tristeza
que me acoge en su cálida gelidez.
Acompañado en mi soledad
por las rabietas del niño que fui,
viviendo la responsabilidad
de dar el relevo a quienes me siguen
navegando en un mar ignoto de lágrimas
sin rumbo,
solo.
Embalsando, una vez más,
emociones y sentimientos,
felicidad, tristeza,
dolor, placer,
clemencia, ira,
ego, Alma.
Y el testigo escucha impasible
las preguntas eternas
que atormentan su corazón:
¿Cómo acallar el rumor incesante
que nubla el horizonte,
que aleja de ese centro añorado,
de esa Paz que ilumina el sentido?
¿Cómo callar voces interiores,
memorias de anhelos que pudieron ser,
nostalgias de futuros perfectos?
¿Cómo enmudecer el ruido
de lo que nos hizo daño?
¿Cómo ensordecer el rumor omnipresente
para escuchar el latido del corazón,
el arrullo del Alma?

Y tras la escucha, el testigo ve
que tenaz intento destapar el ánfora sellada
para poder vaciar
el ruido insoportable
y transformarlo así, por fin,
en el remanso de paz
que anhelo.

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