Esferas

Capilla de la Beneficiencia, Valencia, diciembre 2013

Cambio fuiste,
del cambio vienes,
cambio serás.
Ignorante en su armonía
vaga el núcleo inmerso
en la taimada sensación
de seguridad estable.
El espacio infinito es su terreno de juego:
se eleva, desciende, se desliza grácil
por el campo sin límites
de la felicidad autocontenida.
Súbitamente,
otras esferas iridiscentes,
portadoras de cambio,
se aproximan sigilosas
en rumbo inequívoco de colisión.
El núcleo grácil, seguro, estable
se enroca en su baluarte inexpugnable
confiado en su invulnerabilidad.
La colisión inevitable,
ineludible, inequívoca
desvía de su rumbo
al núcleo invulnerable
y, sin advertirlo,
fisura la corteza
y agita el interior.
Entran en contacto
núcleo invulnerable y esfera extraña,
se produce el abordaje,
la invulnerabilidad se desvanece.
Y, curiosa, inconscientemente,
el núcleo herido
abandona el temor al cambio,
acepta inequívoco
que nada hay más constante
que ese cambio,
nada permanece con más pertinacia
que la mutación.
De repente, el milagro:
núcleo y esfera se fusionan,
se unen, se realimentan
y, poco a poco,
inequívocamente,
indefectiblemente
núcleo y cambio dan vida
a un nuevo destino
que, a su manera,
los devuelve a la invulnerabilidad,
a la seguridad de poner proa a un nuevo destino,
a surcar una vez más con nueva luz
en pos del futuro brillante que merecen.

Cambio fueron solos,
al cambio llegaron solos,
cambio volverán a ser juntos.
Invulnerables,
luminosos,
gráciles,
sin miedo.

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